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‘Manto acuífero’: La esperanza de un pozo

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Tras la separación de sus padres, la pequeña Caro (Zaili Sofía Macías), en compañía de su madre (Tania Arredondo) y su padrastro Felipe (Arnoldo Picazzo), se mudan a la zona sur del país. Añorando la presencia del papá biológico que no volverá a ver, la niña dedica su tiempo a jugar en el jardín de su nuevo hogar, en especial dentro de un pozo.

Con Manto acuífero (2013), el realizador Michael Rowe, además de retratar un pedazo de infancia, se dedica a ahondar con realismo uno de los aspectos cada vez más comunes en la sociedad: el proceso psicológico por el que atraviesa un infante con respecto a un brusco cambio por la separación de los progenitores. Exhibida en el Festival Internacional de Cine de Morelia en 2013 y basada en el cuento Secrets del escritor australiano Tim Winton, la película introduce poco a poco a los integrantes de la familia, cada uno con personalidades que logran trascender gracias a la sutil profundidad en su concepción, recurriendo más a sus acciones en vez de los sencillos diálogos.

La madre, una vendedora de bienes raíces, busca dejar atrás su pasado sin importarle el cariño que la niña aún profese por su padre, siendo incluso incapaz de percatarse de la tristeza que embarga a su hija a causa de su egoísmo y de su excesivo cuidado en complacer a Felipe, el típico hombre machista con dinero que busca tener el control en lo que le rodea. Se vislumbra también la usurpación de los roles familiares al asignársele como “el nuevo padre”, omitiendo por completo a quien es el auténtico, creando en la pequeña una fisura en su relación familiar.

No obstante, el peso del relato recae en Caro, en su insatisfacción personal por la distancia de su padre y el añoro de su antigua vida en el Distrito Federal, intentando escapar de su soledad a través del álbum familiar que mira a escondidas, creando su único consuelo y momento de felicidad en el inmenso jardín de la casa, lugar donde vacía sus esperanzas, especialmente en el cuidado de una gallina y en el pozo donde juega, eludiendo al entorno que rechaza. Así, con la “mascota en cuestión” busca, a su propia manera, llenar el vacío del abandono emocional, utilizando su imaginación para escapar de su realidad.

Como en su ópera prima, Año bisiesto (2010), Rowe recurre a la austeridad, al encierro personal y a los planos fijos. No únicamente presenta a su estelar como el centro absoluto de la trama, sino también plasma lo que ocurre en su entorno, basándose en la contemplación, siendo capaz de ahondar en el desasosiego de Caro y colocando por detrás de ella, a fuera de cuadro, la conversación de los adultos que representa la realidad que va transformando su discernimiento de las cosas, instándola a una decisión drástica.

Si bien se toma demasiada calma para guiar al desenvolvimiento de los sucesos, Manto acuífero pudo caer en el convencionalismo de la hija insatisfecha con el divorcio y la imposición de los roles en una familia, pero logra convencer gracias a la sobriedad con que se maneja la situación, por la actuación de Zaili Sofía Macías y con un final un tanto inesperado que es consecuencia de la percepción de un ser humano con respecto a los cambios que le son difíciles de asimilar.

Por Mariana Fernández (@mariana_ferfab)


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